Mientras escribo con dolores en el cuello, ojos que quieren cerrarse y sábanas que deben cambiarse; atrás, donde no los puedo ver ni criticar, ellos se enamoran. Ella se acurruca, mueve el pie de un lado al otro. Habla despacito, piensa rápido, se ríe. Él se escucha más barítono que de costumbre. Habla de sus sentimientos, sus opiniones, su manera de ver el mundo y las cosas. Esas cosas que ella se queda escuchando con la boca abierta y yo he escuchado tantas veces antes. Esas cosas que uno dice al principio. Cuando las cosas son de ciegos, de manos frías y pieles hambrientas. Ellos se enamoran y yo solo escucho. Recuerdo y me río. Recuerdo y me da frío. Mucho frío.
Cuando la gente se enamora es tan ridículo para todos menos para ellos. Se miran, se besan y abrazan, se mienten y se vuelven a creer, se ilusionan y así se van volando. Con la boca se lastiman y se cosen los labios después.
Ella se ríe de nuevo porque su mano se atrevió a conocer su hombro. Él se ruboriza como la niña que estaba sentada en la sala cuando entraron todas sus tías y le dijeron que se veía linda en ese vestido: "no puedo creer que estés tan grande, preciosa". Preciosa eres tu, lo digo porque es verdad y te quiero besar y quiero que me digas que sí y tomarte de las manos y caminar por las calles, los bares, la casa de tus papás. No le gusto a tu madre, me mira siempre como acusándome. Acusándome de que llegue siempre tarde, que haya olvidado eso ese día. No amor, no es eso. Llámame por favor, ¿por qué ya no me llamas?
De pronto vuelvo a existir y me acusan. ¿Porqué nunca me la presentaste, por qué nunca me hablaste de ella? Porque nunca hablo de nadie. Pero si yo siempre hablo de ti. Pero si yo siempre la quise conocer.
Mientras se enamoran yo me río. Ella era inocente, él culpable del hambre en el mundo. Que a mi nadie me acuse de nada, yo solo tengo frío.
+23:29+%232.jpg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario